jueves, 10 de abril de 2008

Los olvidados.

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AQUI LES DEJO UN POEMA DE MI GRAN AMIGO JOSE ROBERTO PULIDO, ES UNA PIOLA EL MUCHACHO...


Para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario
Rubén Bonifaz Nuño

A quien los dioses conceden
Nada, tiene libertad.
Fernando Pessoa


A nosotros los nacidos bajo la misma estrella,
A los que nos aterra la oscuridad y el mutismo
– más no el silencio.–

A todos los que llevamos tatuada la tristeza en la frente,
a nosotros ávidos de carne y deseo
con ganas de arrancarse el corazón
para que alguien más lo beba.

A los que creímos que la felicidad era una mujer
o un hombre
y conocimos la desdicha.

A todos los que estallamos en llanto al ver un arco iris
la luna arder como bola de fuego,
o vimos aquella película donde los amantes acaban solos
y como ellos,
también lloramos.

A todos aquellos que como yo,
sucumbieron de rodillas a la seducción de la muerte
ofrendando los labios a la fría hiel de la tumba.

A todos nosotros, los vacíos,
los que renunciamos a la estabilidad
y nos dejamos arrastrar por un largo sueño
que sabemos no ha de cumplirse nunca,
pero aún así no perdemos la esperanza.

A los que moramos el cosmos creyéndonos dioses
y luego descendemos lentamente a los infiernos
donde somos un poco más alegres
hallándonos convertidos en cenizas.

– Polvo somos y en polvo nos convertiremos –
y que bueno ser polvo
y no carne,
y que bueno ser polvo y ser viento
y andar revoloteando de oreja en oreja
de boca en boca,
regándose por el mundo,
sembrándolo de canto.

A todos los apócrifos
que hacemos de la desesperación el evangelio
sin movernos de nuestro centro

A todos los desesperados que se hunden en sucias cárceles
y lóbregos manicomios,
nosotros los que andamos por las calles,
también vivimos encerrados.

A los desposeídos que vamos por ahí
riendo entre dientes por no tener nada
estando orgullosos de ello.

Para los que en las noches prendemos una vela
no por no poder dormir,
sino porque nos gusta consumirnos.

Para los que hacemos de la angustia una hermana
y estamos acostumbrados al desvelo,
postergando la paz para un cálido remanso de caricias.

Porque nos guste o no,
sólo encontramos tranquilidad en las miradas
que lanzan dulces ojos como atardeceres
y bocas que nos arrullan con besos anunciando un rubor en la sangre.

Para quienes sabemos fingir una sonrisa cuando nos hunde el desencanto,
y una vez hundidos,
poblamos el destierro

y también poblamos el mar con peces agitados que en su burbujear
entonan la canción que no aprendimos.

Es la canción del azar,
la de tierras más profundas
que las fauces del paraíso derrumbado,
aquel que una vez sí, conocimos
y al cual no habremos de volver nunca.

Es este el fin último,
beber de manantiales más claros,
pastar en los campos
y echarse a dormir cobijados por anturios.

Pero que terquedad,
que ganas de nosotros los necios
de quedarse dragando en el olvido.



Nota: Poema de próxima publicación en la revista ápice (Xalapa, Veracruz)

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